En «Malditos y olvidados» hoy recuerdo al cantante de soul Donny Hathaway que tal día como hoy de 1972 publicaba uno de sus mejores trabajos a dúo con otra grande, Roberta Flack.
Hathaway nació en Chicago pero creció en San Louis, donde su abuela, una cantante de gospel, decidió que si el niño tenía talento, más valía que lo usara. El chico era un genio musical desde pequeño lo que le consiguió una beca en la Universidad de Howard (donde coincidió con Roberta Flack). Ya en los años 70, se convirtió en una estrella del soul con una voz que parecía decir «Aquí tienes unas dosis de sentimiento, disfrútalas». Su estilo refinado y emocional lo pusieron en la misma liga que Marvin Gaye y Stevie Wonder pero no todo fue glamour y éxito. Hathaway luchaba mientras contra una grave enfermedad mental, la esquizofrenia paranoide, un enemigo mucho más difícil que cualquier crítica musical. En 1979, con 33 años, falleció en circunstancias trágicas: se arrojó al vacío desde la ventana de una habitación del piso 15º del hotel Essex de Manhattan. Su enfermedad se agudizó tanto que llegó a creer que los hombres blancos querían matarle y que para conseguirlo habían conectado su cerebro a una máquina. No ha quedado como uno de los grandes soulmen en la historia pero su voz sigue siendo todo un regalo.
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