Aunque sea martes y 12, merece la pena recordar una reciente efeméride de la semana pasada. El día 7 de marzo se cumplieron 30 años desde que se publicara «Blue Monday» de los ingleses New Order, quizás su mayor éxito y también el 12″ (maxi-single) más vendido de la historia (título más que difícil de batir en estos tiempos que corren).
La canción que grabaron a finales de 1982 Bernard Sumner, Peter Hook, Gillian Gilbert y Stephen Morris fue un inesperado éxito en el que varios factores jugaron a su favor. El primero y fundamental es que es una gran canción, eso está claro, que enlazaba los ritmos de finales de los setenta y el estilo de las producciones de Giorgio Moroder (Donna Summer) con el synt-pop de primeros de los ochenta, añadiendo además ese bajo tan característico de Peter Hook. Habían trabajado hacía poco con el neoyorkino Arthur Baker y el sonido de discoteca era lo que buscaban (sólo hay que ver la duración, más de siete minutos). Lo curioso es que el irresistible ritmo comienza fuera de sincronía con la melodía, un error (marca de la casa) que a la postre dejaron tal cual y que añadió mayor originalidad al tema (si es que se puede decir originalidad pues se intuyen «detalles» de Kraftwerk, Sylvester y otros).
Otro factor importante para el número de ventas es que es una canción que nunca se publicó en formato lp, sólo en maxi single con lo que se uniría el mercado de las pistas de baile con el del mundo pop. Se dice que se vendieron más de un millón de copias (1,16 para ser exactos), pero el dato no figura en ninguna estadística oficial pues Factory Records, el sello que lo publicó, no pertenecía a la asociación fonográfica inglesa. Por cierto que el sello que dirigía alegremente Tony Wilson no se hizo inmensamente rico con las ventas, el particular diseño de la carpeta (sin nombre ni título) imitando el disco flexible de ordenador con su correspondiente troquelado (obra del diseñador Peter Saville) y la funda interior plateada, elevaron tanto los costes de fabricación que apenas quedaba beneficio de cada disco vendido y el poco que había se invirtió en ese pozo sin fondo que fue la discoteca Hacienda de Manchester, propiedad del sello.
El éxito fue enorme en Inglaterra y de ahí saltó el charco, primero a New York y luego al resto de Estados Unidos. Para cuando parecía enfriarse en listas y ventas, el disco comenzó a sonar en el verano español y de ahí, gracias a turistas y veraneantes, volvió a resurgir de nuevo. Tony Wilson denominó ese efecto, el «Efecto Benidorm«, otro factor a añadir.
«Blue Monday» fue publicada posteriormente en diferentes versiones y remezclas pero ninguna está a la altura del original publicado aquel 7 de marzo del 83, un día que no se si fue lunes pero desde luego no fue ningún «Blue Monday» (el la tradición inglesa es el día más triste del año)…