El vinilo de 12 pulgadas está de celebración. O no. Este formato grande para una sola canción cumple los 40 años de vida sumido en una crisis existencial. Porque todo hay que decirlo, el maxi ya no se lleva. Atrás quedaron sus años de infancia con un crecimiento rápido y fuerte gracias a la música disco, una adolescencia brillante de la mano del synt-pop, el tecno-pop y el primer house y una juventud espléndida, rugiente y frenética con el techno, el trance, el jungle y todos los demás subestilos de música electrónica. Pero ya en su madurez, los excesos se pagan y tanto giro, tanto volumen, tanto mal producto han terminado por cercenar casi por completo su vida. Sólo el lp parece aguantar el tirón gracias al regreso del vinilo.

swampEl maxisingle nació por necesidad, porque la gente lo necesitaba (sobre todo quienes se encargarían de pincharlos, los diskjockeys). El primero nació un 1973, con muy pocos ejemplares (a nivel promocional únicamente) en Philadelpia de la mano de Jerry Williams, alias Swamp Dogg, que público unas pocas copias en un sello montado por él mismo de la canción «Straight From My Heart«, un corte de funky a 33 rpms todavía y grabado en una única cara. Aquel disco, hoy una pieza buscadísima por los coleccionistas, apenas tuvo repercusión, tanto que hay que esperar casi dos años para poder ver por fin una copia «comercial» de un maxisingle.

moultonComo he dicho, el maxisingle nació por necesidad. Los singles que se pinchaban en discotecas tenían un grave problema, el sonido estaba tan comprimido en tan poco espacio físico que no tenía la calidad suficientes para estos lugares. Los bajos, el volumen, el brillo, todo, sonaba mal. Un día de primeros de 1975 Tom Moulton, uno de los primeros artesanos de las sesiones de estudio (mezclaba cintas de forma casi artesanal, cortando y pegando trozos) y también de los productores encargados de «alargar«algún éxito para que durara más tiempo, realizó un «edit» (una remezcla que se diría hoy) del «I’ll be holding on» de Al Downing. Llevó la cinta a un estudio de New York para masterizarla en un acetato de 7 pulgadas (un single) pero se les habían acabado, sólo quedaban de 12 pulgadas. Usaron uno de esos y al oírlo después se quedó estupefacto, todo brillaba, todo sonaba como más grande, todo resultaba mejor.

No tardó mucho en preparar otro, un encargo para Roulette Records, el tema «So much for love» de Moment of Truth y, esta vez, Moulton pasó algunos ejemplares a diskjockeys que conocía. Estos también alucinaron con ese nuevo sonido tan limpio y, además, al estar los surcos del disco más separados, se hacía más sencillo encontrar el punto exacto que querían en la canción. Así, mientras los ingenieros de sonido de los estudios no entendían nada de lo que pasaba, por qué malgastar tanto espacio para una sola canción, los diskjockeys descubrieron la piedra filosofal de sus sesiones.

El primer vinilo editado comercialmente fue «Ten percent» de Double Exposure con una «remezcla» de una de las leyendas del disco, el también diskjockey Walter Gibbons. Y a partir de aquí la historia no ha hecho más que girar y girar a 45 rpm